Durante este periodo de prácticas
he podido comprobar como la teoría que estas “absorbiendo” en la universidad se
lleva a cabo dentro de un aula de infantil. Nunca te puedes imaginar que lo que
estamos estudiando o trabajando en la facultad se pueda transformar tanto a la
hora de llevarlo a la práctica. Son dos mundos completamente diferentes, el
primero de ellos es la universidad, soporte básico sin el cual no podríamos
llegar a tener unas buenas bases conceptuales; pero el segundo, las prácticas,
son aquellas con las que logras entender el mundo de la educación, ya que es en
éstas donde realmente aprendes a enseñar y a convivir con los problemas y las
alegrías que ofrece un aula de infantil. Y, sobre todo, es gracias a ellas cuando
de verdad sabes que realmente quieres ser profesora.
Mediante esta experiencia te das
cuenta de que los niños siempre tienen ganas de aprender: tienen esa magnífica
inocencia, expresan en cada momento sus sentimientos, sienten curiosidad por
todo lo que les rodea… Pero este hecho tiene su lado bueno, y su lado a lo
mejor no tan bueno, para nosotros, futuros profesores. Su lado buenos es que
siempre les vas a poder proponer ejercicios, actividades o juegos que
favorezcan su desarrollo personal e intelectual, pero el lado no tan bueno es
que has de tener mucho cuidado con lo que enseñas y cómo lo enseñas, ya que
aquí el currículum oculto tiene mucho
más peso que en cualquier otra etapa de la vida escolar. Un docente no debe
olvidar que parte de su rol es servir como modelo en muchas adquisiciones, por
lo que debe cuidar su actuación y actitudes frente al niño.
Me ha llamado mucho la atención
la serie de recursos y estrategias que se utilizan dentro de un aula de
infantil con el fin de motivar al alumnado. La paciencia y la tolerancia que
muestran, y, sobre todo, las ganas que tienen de que sus alumnos aprendan, no
sólo a leer o escribir, sino que aprendan a ser personas y respetarse,
compartir y colaborar, algo muy necesario en la nueva sociedad que se está
desarrollando en nuestro país con el fenómeno de la inmigración. Algo necesario
en nuestra aula, por ejemplo, ya que como se ha desvelado en puntos anteriores
en ella conviven diversas culturas y con ello, distintos estilos de vida y
formas de pensar y de plantearse un modo de vida para el futuro de estos niños.
Personalmente pienso que todo podría ir mucho mejor si fuésemos como los
alumnos con los que he tenido la suerte de trabajar, ya que, a pesar de ser
diferentes eso no les suscitaba ningún tipo de conflicto ni prejuicio, ni entre
ellos, ni con el resto de personas.
Tratando el tema de mis
expectativas, he de decir que las he superado con éxito, lo que significa un
granito más en la construcción de mí misma como persona, y eso me hace sentir
muy satisfecha. La aceptación no sólo ha sido buena por parte de mi tutor y mis
alumnos, sino que también lo ha sido con el resto de miembros de la comunidad
educativa y con los alumnos de otras clases, destacando a los que forman el
grupo de 2º de Infantil ya que con ellos me he relacionado en varias clases de
psicomotricidad. Como he dicho anteriormente, el momento más duro de estos dos
meses fue el último día de mis prácticas ya que me costó mucho despedirme de
todos ellos.
Pienso que de cada alumno que he
tenido a mi cargo me llevo algo para formarme a mí misma como persona, porque a
pesar de su corta edad, se puede aprender mucho de ellos si se les escucha, se
les observas y se les intenta entender. Sin olvidarnos de todo lo que ofrecen,
de forma involuntaria, sin pedir nada a cambio. Asimismo, me gustaría añadir la
frase del psicólogo suizo Carl Jung, el cual nos dice: “Antes de querer cambiar al niño, tendríamos que querer cambiar
nosotros”; ya que opino que es mucho lo que se puede aprender de los niños.
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